lunes, 23 de febrero de 2015

Información sobre Gonococo y Filariasis

Neisseria gonorrhoeae (GONOCOCO)
El Protocolo de vigilancia de infección gonocócica (2011), establece que la infección gonocócica, gonococia o gonorrea es una infección de transmisión sexual (ITS) bacteriana, esta constituye una enfermedad infectocontagiosa bacteriana que afecta a membranas mucosas, producida por el diplococo gram-negativo Neisseria gonorrhoeae (gonococo). En general según Protocolo de infección gonocócica (2002) se trata de una infección de la uretra (uretritis) o del cuello del útero (cervicitis) que puede propagarse a las glándulas y órganos vecinos. En otras ocasiones, la infección local primaria es extragenital, produciendo proctitis, faringitis o conjuntivitis (oftalmía).



Epidemiología
Pacheco (2006), afirma que los factores que incrementan las probabilidades de uretritis en pacientes con disuria incluyen antecedentes de una nueva pareja sexual, pareja con uretritis y parejas con múltiples parejas sexuales, ya que esta enfermedad se transmite con las relaciones sexuales y el coito oral, debe considerarse que esta infección puede persistir durante meses, incluso puede ser asintomática. Este mismo autor, sugiere que las personas sensibles a los químicos utilizados en espermicidas o lubricantes, cremas o espumas anticonceptivas pueden sufrir de uretritis, de igual forma aquellos pacientes que utilizan sondas uretrales por periodos prolongados de tiempo.
En este orden de ideas Figueroa (2013), comenta que son dos los fenómenos sociales han mantenido la prevalencia general de la uretritis gonocócica (UG) a nivel mundial: en primer lugar, la liberalización de la conducta sexual de las sociedades, y en segundo, los movimientos migratorios. Ambos fenómenos están aunados a la caída global del nivel de vida en muchos países, lo que ha repercutido en una disminución en el gasto en salud pública.
La gonorrea es la segunda infección de transmisión sexual más frecuente en los Estados Unidos (EU) y su incidencia continúa incrementándose. Los centros de control de enfermedades (CDC) de los EU informaron que si bien su estudio de vigilancia epidemiológica nacional de infecciones sexualmente transmitidas del año 2006 mostró un aumento en el número de casos de gonorrea, se considera que existe un número substancial de infecciones no diagnosticadas ni informadas, por lo que la cifra real de casos de UG puede ser el doble. Hay diversos factores que influyen en que no se conozca la cifra real de ocurrencia de la UG; el estigma social que representan estas infecciones ocasiona que un número importante de la población afectada no acuda a servicios de salud para su tratamiento y recurra a la automedicación, además de que en muchos países el sistema de notificación de enfermedades transmisibles es deficiente, lo que ocasiona un subregistro importante de las enfermedades notificables.
Dentro de la definición de las Infecciones de transmisión sexual (ITS), durante muchos años la sífilis y la gonorrea fueron las únicas reconocidas como infecciones sexualmente transmitidas; la gonorrea tuvo un pico en el número de casos durante el periodo de 1960 a 1970; su incidencia decreció a partir de los años ochenta, pero en el momento actual, el surgimiento de cepas de Neisseria gonorrhoeae resistentes a la penicilina ha ocasionado un nuevo incremento, según Figueroa (2013).
La forma de propagación de la infección, que se establece en el protocolo de vigilancia de infección gonocócica (2011), es el siguiente:
Agente Causal
 El agente causal es Neisseria gonorrhoeae (gonococo), un diplococo gram-negativo.
Reservorio
 El reservorio es exclusivamente humano. Modo de transmisión El mecanismo de transmisión es de persona a persona mediante el contacto con exudados de las membranas mucosas de las personas infectadas durante una relación sexual (vaginal, anal u oral). En el caso de la conjuntivitis neonatal, la transmisión se produce a través del canal del parto. Periodo de incubación. De 2 a 7 días, con un rango de 1 a 14 días.
Periodo de transmisibilidad.
Puede durar meses o años si el paciente no recibe tratamiento.
Susceptibilidad
 La susceptibilidad es universal. Tras la infección se producen anticuerpos específicos, pero las cepas de N. gonorrhoeae son antigénicamente heterogéneas y pueden producirse reinfecciones.
En este sentido, en el Protocolo de infección gonocócica (2002), se deja en claro que el reservorio es exclusivamente humano y el modo de transmisión el contacto sexual, excepto en la conjuntivitis gonocócica neonatal (oftalmía) transmisión intraparto. La presencia de algunas cepas de plásmidos cuyo código corresponde a ß-lactamasas vuelve al gonococo resistente a la penicilina (N. Gonorrhoeae productora de penicilinasa, NGPP). Cada vez con más frecuencia se observan resistencias a penicilina, tetraciclina y espectinomicina.



Definición Clínica del Caso
El cuadro clínico es variable, dependiendo de si afecta a hombres o mujeres y de la localización. En el Protocolo de vigilancia de infección gonocócica (2002), establece el hombre se manifiesta como uretritis en los 2-7 días siguientes a la exposición; los síntomas y signos incluyen escozor uretral, disuria y eritema del meato, junto con una secreción purulenta o mucopurulenta, típicamente de color amarillo-verdoso.
Por otra parte en este protocolo, se afirma que en la mujer aparece en forma de uretritis o cervicitis mucopurulenta, aunque entre el 50-70% de las mujeres no presenta síntomas. Las infecciones faríngeas habitualmente son asintomáticas al igual que suelen serlo las rectales, pero cuando estas últimas presentan síntomas cursan con exudado mucopurulento, dolor rectal, prurito anal y, con menor frecuencia, sangrado rectal escaso, tenesmo y estreñimiento.
La conjuntivitis neonatal u oftalmía neonatorum aparece entre 2-5 días tras el parto, y se caracteriza por enrojecimiento e inflamación aguda de la conjuntiva de uno o ambos ojos, con exudado purulento o mucopurulento y en ocasiones edema orbital. Puede causar ceguera si no se trata precozmente.
La infección gonocócica puede ocasionar graves complicaciones, especialmente en la mujer (salpingitis, enfermedad inflamatoria pélvica, esterilidad, embarazo ectópico), pero también en el hombre (epididimitis, orquitis). En menos del 1% de los casos existe afectación sistémica (infección gonocócica diseminada). La muerte es excepcional, salvo en personas con endocarditis. La uretritis y cervicitis mucopurulenta causadas por otros agentes de transmisión sexual a menudo coexisten con las infecciones gonocócicas y dificultan su diagnóstico clínico.
 Las diversas formas clínicas de los trastornos inflamatorios localizados causados por N. Gonorrhoeae, en el Protocolo de infección gonocócica (2002) obligan a considerar lo siguiente:
 Uretritis: Después de 2 a 5 días (a veces, hasta 14 días) del contacto sexual contagiante, aparición de escozor uretral, disuria (sensación cortante) y eritema del meato, con exudado que, clásicamente, es espeso, purulento y de color amarillo-verdoso, pero que puede ser también escaso y claro.
 Cervicitis: Después de 2 a 10 días del contacto sexual contagiante, aparición de leucorrea, disuria, sangrado uterino intermenstrual. Puede existir exudado mucopurulento cervical, uretral, de las glándulas periuretrales o de las glándulas de Bartholino. En el 50% de las ocasiones es asintomática.
 Proctitis: Tras coito anal receptivo, aparición de prurito anal, exudado mucopurulento, sangrado rectal escaso, dolor rectal, tenesmo y estreñimiento.
Faringitis: Tras contacto orogenital, aparición de dolor o molestias faríngeas, en ocasiones inflamación amigdalar y linfadenopatía cervical. En el 90% de las ocasiones es asintomática.
Conjuntivitis neonatal (oftalmía neonatorum): Después de 2 a 5 días del parto, aparece de forma aguda, profuso exudado mucopurulento conjuntival, en ocasiones con edema orbital.
Los gonococos infectan las mucosas de las vías genitales, el recto y la faringe, dependiendo de las prácticas sexuales de los individuos, produciendo casos de infecciones no complicadas o supuración aguda que puede culminar en invasión tisular, lo que ocasiona inflamación crónica y fibrosis. En el hombre suele ocurrir uretritis; en la mujer la infección primaria sucede en el endocérvix y se extiende hacia la uretra, la vagina y puede progresar hasta las trompas uterinas y producir salpingitis con fibrosis; la esterilidad ocurre en 20% de las mujeres que han sufrido salpingitis gonocócica. La cervicitis y la proctitis gonocócicas crónicas son a menudo asintomáticas según  Conde, C. y Uribe, F. (1997).
Los autores antes mencionados plantean que los gonococos que producen infección localizada, suelen ser sensibles al suero humano, pero son relativamente resistentes a los fármacos antimicrobianos. En contraste, los gonococos que invaden el torrente sanguíneo y producen infección diseminada suelen ser resistentes al suero, pero muy sensibles a la penicilina y otros fármacos antimicrobianos.
     Entre las complicaciones originadas por el gonococo en el hombre se encuentran cuadros locales que incluyen abscesos prostáticos, epididimitis y por consecuencia infertilidad. En mujeres puede causar enfermedad pélvica inflamatoria y subsecuentemente esterilidad. Es probable que aquélla ocurra en 10 a 20% de mujeres con gonorrea; sin embargo, se han observado porcentajes más altos de mujeres con gonorrea con signos que sugerían infección del aparato genital superior.
Su importancia clínica deriva de la posibilidad de graves complicaciones, especialmente en la mujer (enfermedad pélvica inflamatoria, esterilidad, embarazo ectópico) y de producir en ocasiones, infección sistémica (infección gonocócica diseminada).
Patogenia
     Cuando se revisan los planteamientos de Conde, C. y Uribe, F. (1997), se reconoce que la Neisseria gonorrhoeae como patógeno genitourinario debe ser capaz de colonizar la superficie de la mucosa del tracto genital, crecer in vivo bajo condiciones de disponibilidad limitada de hierro y evadir la respuesta inmune del hospedero.
     Es por ello que estos autores mencionados, describen que el gonococo expresa su primer nivel de patogenicidad al adherirse a la superficie de los epitelios uretral, endocervical, vaginal e incluso a los espermatozoides humanos y a las células epiteliales no ciliadas que recubren las trompas de Falopio. Un dato importante es la existencia de la proteína de superficie asociada con la adherencia de N. gonorrhoeae llamada pilina y que se encuentra organizada como un multímero en forma de estructura capilar sobre la superficie de la bacteria (peso molecular  PM de 17 a 21 kilodaltones –kd–). La bacteria piliada se adhiere con mayor eficiencia que la no piliada al epitelio del tracto urogenital; de hecho sólo las primeras son infecciosas.
     La proteína I (PI) es otro componente estructural que se extiende por la membrana externa del gonococo, se encuentra en trímeros que forman poros en la superficie, por los cuales entran en la célula algunos nutrientes, y su peso molecular varía entre 34 y 37 kd. A la PI se le ha involucrado en la serovariedad específica de las cepas de gonococo, para fines de identificación y tipificación epidemiológica. De hecho, se ha observado que cada cepa de gonococo expresa sólo un tipo de PI mediante reacciones de aglutinación con anticuerpos monoclonales, de modo que se distinguen dos tipos, IA y IB, de los cuales 24 serovares son del tipo IA, y 32 serovares, del tipo IB.
      La proteína II (PII) es transmembranal y también participa en la adherencia de los gonococos, para su fijación a las células del hospedero; una parte de la molécula de PII se encuentra en la membrana gonocócica externa y el resto se encuentra sobre la superficie, y su peso es de 24 a 34 kd. La expresión de PII es fenotípicamente variable; las bacterias pueden cambiar de PII+ a PII- y a la inversa. Una cepa de N. gonorrhoeae puede tener el potencial genético para la expresión de seis o más PII, diferentes antigénica y funcionalmente. Las cepas de gonococo aisladas a partir de infecciones son normalmente PII+.
La proteína III (PM 33 kd) se conserva desde el punto de vista antigénico en todos los gonococos y se relaciona con la PI en la formación de poros en la superficie celular, sin que aparentemente tenga un papel patogénico en la enfermedad.
Por otra parte, los gonococos pueden manifestar simultáneamente varias cadenas de lipopolisacárido antigénicamente diferentes (LPS), en su pared celular Gram negativa. La toxicidad de las infecciones gonocócicas se debe en gran medida a los efectos endotóxicos del LPS. Adicionalmente, en caso de infección humana el gonococo elabora una proteasa de la IgA 1 que desdobla e inactiva a la IgA secretora, inmunoglobina importante en la defensa de las mucosas del ser humano.
Existen tres mecanismos por los cuales la N. gonorrhoeae evade a la fagocitosis; el primero es que el gonococo puede expresar antígenos de superficie antifagocíticos. Es decir, aunque los pili bacterianos se encuentran asociados con la adherencia a las células epiteliales, también se ha observado que protegen a la bacteria de la fagocitosis. Además, mientras ciertas PII median la adherencia a los neutrófilos, otras no lo hacen y pueden ser protectoras.
En el mecanismo segundo, el gonococo puede expresar antígenos de superficie que imitan a los antígenos naturales del hospedero; por ejemplo, una estructura terminal de los LPS de superficie del gonococo es igual a un precursor de la familia antigénica del grupo Y sanguíneo del humano. Con este antígeno de superficie la bacteria puede evadir el reconocimiento por el hospedero. Finalmente, la N. gonorrhoeae puede penetrar a las células epiteliales y por lo tanto se protege tanto de la inmunidad humoral, como de las células mediadoras de la inmunidad.
La Neisseria gonorrhoeae también puede causar infecciones diseminadas; en estos casos invasivos la bacteria muestra sensibilidad a la penicilina en general, un patrón casi único de auxotrofía (con requerimiento de arginina, hipoxantina y uracilo), serogrupo mayormente específico (IA) y resistencia al efecto bactericida del suero humano normal.
En individuos inmunológicamente normales hay dos mecanismos por los cuales el microrganismo puede expresar resistencia estable al suero. El primero es cuando la bacteria no manifiesta el antígeno de superficie (carbohidrato), que es el blanco de anticuerpos bactericidas de la clase IgG. El segundo es la expresión de carbohidratos de superficie adicionales, que bloquean epítopes bactericidas relevantes para la acción del complemento sérico.
Métodos de Control
Las medidas preventiva y de control que aparecen en el Protocolo de infección gonocócica (2002), son las siguientes:
Medidas preventivas: Medidas generales de fomento de la salud y de educación sexual. Estrategias favorecedoras del sexo seguro. Actuaciones específicas en sectores de la población más expuestos al riesgo. Facilitación del diagnóstico y tratamiento precoz educando a la comunidad sobre los síntomas de esta enfermedad y su modo de transmisión. Búsqueda de casos y localización de contactos. Realización de cultivos de material cervical y rectal en población muy expuesta. Para la oftalmía neonatorum, instilación de una solución de nitrato de plata al 1%. También son adecuadas las preparaciones oftálmicas de eritromicina y tetraciclinas.
Control del paciente y de contactos: Los enfermos deben evitar las relaciones sexuales, hasta que los cultivos estén libres de gonococos. Eliminación de los exudados de las lesiones y de los objetos contaminados por ellos. No es práctica ninguna medida de aislamiento. Localización de todos los contactos sexuales para su estudio y tratamiento. Examen serológico para sífilis al inicio y posteriormente a las 6 semanas de comenzado el tratamiento de la infección gonocócica. Para la oftalmía neonatorum aislamiento de contactos después de las primeras 24 horas de la administración del tratamiento. Desinfección concurrente de exudados de conjuntiva y objetos contaminados por ellos. Investigación de la madre y sus contactos sexuales.



FILARIASIS
 Autores tales como Díaz, M; López, R; Monge, B; Norman, F. y Pérez, J. (2011) definen la filariasis como un grupo de enfermedades parasitarias infecciosas diferentes que tienen como denominador común el ser producidas por nematodos (gusanos en forma de hilo) de la misma familia, y transmitidas de persona a persona por la picadura de insectos, estas afectan fundamentalmente al tejido linfático y la piel. Están catalogadas como enfermedad desatendida, afectan a millones de personas, y producen gran invalidez y problemas sociosanitarios.
Estas infecciones son producidas por parásitos nematodos de la familia Filaroidea. Los gusanos adultos son finos y miden entre 1 y 4 cm de longitud. Causan diversos cuadros clínicos, característicos de cada especie individual de filaria. Su transmisión se produce por vectores, ya sean mosquitos u otros artrópodos. Los géneros de filarias de interés sanitario para el ser humano según Saludalia (2005) son:
Género Wuchereria (la especie W.bancrofti), género Brugia (especies B.malayi y B.timori), género Loa (especie Loa loa), y género Onchocerca (especie O.volvulus). Existen algunas otras especies capaces de afectar al ser humano, pero de importancia epidemiológica mucho menor
Para su desarrollo suelen precisar de la permanencia en zona endémica durante largos períodos, por lo que son infrecuentemente diagnosticadas en viajeros de corta estancia. Aunque habitualmente cursan de manera asintomática, la aparición de sintomatología viene determinada, fundamentalmente, por el grado de respuesta inmune del huésped a la infección y por la carga parasitaria.
El diagnóstico se basa en la demostración de las microfilarias correspondientes en muestras de sangre o de piel, aunque otros métodos pueden apoyar el diagnóstico. El tratamiento individual es efectivo, pero las medidas a nivel comunitario, sobre todo la administración de tratamiento en masa, son las más efectivas para disminuir la incidencia de las filariasis.



Epidemiología
 Las filariasis clásicas están producidas por varios nematodos de la familia Filaroidea, siendo las principales que afectan a humanos Wuchereria bancrofti, Brugia malayi, Brugia timori, Onchocerca volvulus, Loa loa, Mansonella perstans, Mansonella streptocerca y Mansonella ozzardi. Actualmente según Diaz, M; López, R; Monge, B; Norman, F. y Pérez, J. (2011), hay otras filariasis zoonóticas que muy infrecuentemente afectan al hombre, como por ejemplo O. jakutensis, O. dewittei, B. pahangi, Pelecitus spp. o como Meningonema peruzzii, descritas en remotos lugares del mundo, o más próximos como O. lupi en Italia, y Dirofilaria immitis y D. repens en España. Los vectores responsables de transmitir las infecciones varían en función de las localizaciones geográficas y, por ello, la distribución de las filariasis en el mundo es muy variable.
Wuchereria bancrofti y Brugia malayi/timori
 La filariasis linfática producida por W. bancrofti está presente en 83 países de África Subsahariana, Sudeste Asiático, subcontinente indio, algunas islas del Pacífico y en áreas focales de Latinoamérica. Brugia malayi se localiza en zonas del este y sur de Asia, India, Indonesia, Malasia, Filipinas y algunas islas del Pacífico. Brugia timori se circunscribe a las Islas de Timor e Indonesia. Los mosquitos implicados en la transmisión pertenecen al género Anopheles, Culex, Aedes y Mansonia. Se estima que unos 120 millones de personas de áreas tropicales y subtropicales están infectadas por filarias linfáticas, de las que al menos 25 millones de hombres tienen enfermedad genital y 15 millones tienen linfedema10. Clásicamente, la adquisición de una filariasis por el viajero se ha asociado a estancias prolongadas, pero hay casos descritos de viajeros infectados tras una permanencia corta en zona no endémica, incluso inferior a 10 días.
Onchocerca volvulus
 La filariasis producida por O. volvulus está presente en 34 países, fundamentalmente en África Subsahariana y Yemen, aunque hay algunos pequeños focos en América Central y del Sur. Se transmite mediante la picadura de la mosca negra del género Simulium, que tiene su ecosistema en aguas muy oxigenadas de los ríos; por ello, a esta enfermedad se la conoce también como ceguera de los ríos. En zonas hiperendémicas (p. ej., en las riveras de los ríos de zonas endémicas) más del 60% de la población presenta microfilarias en la piel. Se estima una prevalencia de oncocercosis de 37 millones, de los que cerca de 500.000 personas presentan afectación visual y la mitad padecen ceguera irreversible10. Simulium es un vector poco eficiente y para el desarrollo de la enfermedad son necesarias multitud de picaduras infectivas, habiéndose estimado en unos 12 meses la estancia mínima en un área endémica para adquirir la enfermedad. Por ello, es menos probable el diagnóstico en viajeros de corta estancia, aunque se han descrito algunos casos.

 Loa loa
 La filariasis producida por Loa loa se circunscribe a regiones centrales y del oeste de África. Se transmite mediante la picadura de la mosca (tábano) Chrysops que vive en áreas pantanosas. Se estima que entre 3 y 13 millones de personas están afectadas.

Mansonella spp.
 M. perstans y M. streptocerca afectan principalmente a zonas centrales de África, y M. ozzardi se ciñe a América Central (área peninsular y Caribe) y América del Sur. Estas 3 especies se transmiten mediante la picadura de moscas del género Culicoides. No hay buenas estimaciones de la carga de estas enfermedades en el ámbito mundial.

Epidemiología y Situación Mundial (2012)
 Según la asociación de Medicos de sanidad exterior AMSE (2012), Las Filariasis son infecciones producidas por parásitos nematodos de la familia Filaroidea. Los gusanos adultos son finos y miden entre 1 y 4 cm de longitud. Causan diversos cuadros clínicos, característicos de cada especie individual de filaria. Su transmisión se produce por vectores, ya sean mosquitos u otros artrópodos. Los géneros de filarias de interés sanitario para el ser humano son: género Wuchereria (la especie W.bancrofti), género Brugia (especies B.malayi y B.timori), género Loa (especie Loa loa), y género Onchocerca (especie O.volvulus). Existen algunas otras especies capaces de afectar al ser humano, pero de importancia epidemiológica mucho menor.
     A partir de lo anterior, es conveniente citar a Saludalia (2005), donde se plantea que las filariásis son endémicas en muchos países tropicales y subtropicales de Asia, Africa, América Central y del Sur, y en las islas del Pacífico. Siendo extremadamente raras en los países occidentales. En el mundo existen más de 120 millones de afectados, lo que hace que las filariasis sean reconocidas como una de las causas principales de discapacidad permanente en los países endémicos. Afecta principalmente a la población adulta, entre 25 a 40 años y son especialmente propensos aquellos que padecen malformaciones linfáticas.
     También aumenta su incidencia, el tipo de clima y los desastres naturales (huracanes y terremotos), así como el hecho de que su aparición principalmente en áreas rurales remotas y áreas urbanas con infraestructuras de saneamiento ineficaces y con expansión de los barrios pobres hace de estas patologías enfermedades ligadas a la pobreza.

Ciclo Biológico Y Patogenia
 Los ciclos biológicos tienen gran similitud entre las distintas filarias. La fase parasitaria responsable de las manifestaciones clínicas es el helminto adulto en el caso de W. bancrofti y B. malayi/ timori, la microfilaria en el caso de O. volvulus o ambas fases en el caso de L. loa y Mansonella spp.
A continuación se describirá el ciclo biológico y patogenia de las distintas filarias, propuesto por Diaz, M; López, R; Monge, B; Norman, F. y Pérez, J. (2011), de la siguiente manera:
Wuchereria bancrofti y Brugia malayi/timori
 Tras la picadura del insecto vector, las larvas infectivas se depositan en la piel para migrar a través de la dermis hacia los vasos linfáticos locales. En los siguientes 6-12 meses, la larva madura hasta convertirse en adulto y alcanza los ganglios linfáticos, donde vive durante períodos que oscilan entre los 5 y los 12 años. Tras la cópula de los adultos, se producen microfilarias que, dependiendo de la especie, se liberan a la sangre. La vida media de las microfilarias es de entre 3 meses y 3 años, dependiendo del agente etiológico.
La captación desde la sangre de las microfilarias por el insecto adecuado cierra el ciclo biológico. Característicamente, los mosquitos implicados en la transmisión de las filariasis linfáticas se alimentan fundamentalmente por la noche, por lo que la evidencia de microfilarias en sangre sigue un patrón periódico nocturno (microfilaremia sólo por la noche) o un patrón subperiódico (microfilaremia continua, con aumento por la noche). Los helmintos adultos producen constantemente microfilarias, pero no se multiplican dentro del hombre.
Por ello, la cantidad de helmintos adultos no puede aumentar una vez el individuo no esté expuesto a picaduras infectivas (p. ej., al salir del área endémica). Las manifestaciones clínicas varían entre personas y dependen del nivel de exposición a la picadura de mosquitos infectivos, de la cantidad de adultos que viven en los linfáticos, de la duración de la infección, de la coinfección con otros patógenos bacterianos y micóticos, y de factores genéticos e inmunológicos.
La mayoría de los síntomas son consecuencia de reacciones inflamatorias mediadas por la muerte del helminto adulto dentro de la luz de los vasos linfáticos (fase de linfangitis aguda recurrente), con el resultado a largo plazo, años después, de ectasia y obstrucción al flujo linfático (fase de linfedema crónico irreversible). Es de especial importancia el concepto de tolerancia/intolerancia inmunológica al parásito, donde juega un papel importante el momento de la primera exposición. Si la infección se adquiere en la infancia (algunos estudios indican que hasta un tercio de los niños menores de 5 años en áreas endémicas están infectados) el daño linfático inicial suele pasar desapercibido o ser de escasa intensidad (adenitis o adenopatías) y el daño linfático crónico empieza a aparecer durante la pubertad.
En estas zonas de alta transmisión, sería lógico asumir que tras repetidas infecciones a lo largo del tiempo se conseguiría cierta inmunidad adquirida y se disminuiría la prevalencia pasada la edad de la adolescencia, como se describió en un estudio realizado en la India en el que se demostró que la microfilaremia era más alta alrededor de los 20 años y luego decrecía. Sin embargo, estudios posteriores demostraron que la prevalencia de la microfilaremia por W. bancrofti no sólo no declinaba con la edad, sino que incluso mostraba un ligero incremento, confirmando el fenómeno de inmunotolerancia.
Por el contrario, si la infección se adquiere de joven o de adulto suele haber una evidente sintomatología aguda inflamatoria inicial (linfangitis, orquitis, orquiepididimitis) de carácter recurrente y el daño linfático crónico se desarrollará muchos años después. Esta tendencia a desarrollar enfermedad aguda se ha interpretado como intolerancia a los antígenos filariales debido a que estas personas no nacieron de madres previamente infectadas por filarias o no se expusieron en la infancia. Un cuadro de especial mención en área endémica es el de los jóvenes que presentan un cuadro de eosinofilia pulmonar tropical, con sintomatología pulmonar muy marcada, títulos muy altos de anticuerpos antifilariales pero con microfilaremia indetectable.
Paralelamente, en la oncocercosis el cuadro clínico de la dermatitis liquenificada (sowda) se asocia a una reacción inflamatoria localizada en extremidad inferior, donde las microfilarias son extremadamente difíciles de encontrar. Por tanto, hay 2 patrones inmunológicos opuestos: El del tolerante al parásito. Representado por la mayoría de los sujetos que viven en área endémica de alta transmisión que son infectados en la infancia y que siguen recibiendo picaduras infectivas a lo largo del tiempo. Suelen permanecer asintomáticos hasta estadios avanzados de la enfermedad, cuando la carga parasitaria es muy elevada y la microfilaremia es muy evidente. El del intolerante al parásito. Representado por sujetos de mayor edad y expuestos ocasionalmente, como ocurre en los viajeros internacionales/expatriados o en los autóctonos que, viviendo en zonas urbanas o sin transmisión, visitan áreas de alta transmisión. Suelen presentar síntomas precoces y graves, y paradójicamente la microfilaremia es muy escasa o indetectable pero con títulos muy altos de anticuerpos circulantes.
 Otro elemento importante es el factor vascular endotelial de crecimiento (VEGF), que se encuentra elevado en sujetos con filariasis linfática en los que la enfermedad ha evolucionado más agresivamente. Específicamente, y según algunos estudios, el VEGF-A está incrementado en pacientes con hidrocele y el VEGF-C en aquellos con linfedema. Todo ello sugiere una base genética en cuanto al riesgo de desarrollar manifestaciones más floridas en la filariasis.
En los últimos años se ha estudiado el papel que juega la bacteria endosimbiótica obligada intracelular Wolbachia, presente en todas las filarias excepto en Loa loa. Su importancia radica en que esta bacteria es necesaria para el crecimiento, desarrollo, embriogénesis y supervivencia de las filarias. Además, tras la muerte del helminto adulto o de las microfilarias, se liberan los antígenos de Wolbachia a la sangre, lo que puede favorecer la linfangiogénesis, la proliferación endotelial linfática y la dilatación de los vasos linfáticos, por lo que su eliminación constituye una nueva diana terapéutica.

Onchocerca volvulus
 Tras la picadura de un Simulium infectado, las larvas infecciosas son depositadas en la piel del hombre, donde se transformarán en adultos pasados unos 6-12 meses. Los adultos vivirán ovillados hasta 15 años en nódulos subcutáneos liberando microfilarias microscópicas que migran a través del tejido subcutáneo, conjuntival e intraocular. Las microfilarias subcutáneas, que viven entre 6-24 meses, serán ingeridas por las moscas, completando así el ciclo. La patogenia se caracteriza por la sustitución del colágeno y fibras elásticas por fibroblastos, con lo que la piel adquiere una característica apariencia envejecida.
Las macrofilarias viven encapsuladas en los nódulos (oncocercomas) sin producir sintomatología. Las microfilarias vivas jóvenes migran a través de la piel y del ojo sin que aparentemente se vean afectadas por la respuesta inmune o inflamatoria del hospedador, pero las microfialrias moribundas producen una marcada respuesta inflamatoria (no está claro qué es lo primero, si la muerte o la inflamación) cutánea y ocular.
La severidad de la oncodermatitis está directamente relacionada con la actividad citoadherente y la proliferación celular del huésped, e inversamente correlacionada con la carga de microfilarias mediante un fenómeno de inmunointolerancia a los antígenos de Onchocerca y no a los de Wolbachia. Sin embargo, tanto los antígenos de Onchocerca como los de Wolbachia liberados durante la muerte de las microfilarias son los responsables de la inflamación corneal y de la eventual ceguera. La ceguera, característicamente, es mucho más frecuente en las áreas de sabana que en las de zona tropical.

Loa loa
 Las larvas infecciosas se transmiten al hospedador tras la picadura infectiva del tábano Chrysops, cuyos hábitos alimenticios son exclusivamente diurnos. Tras 6-12 meses las larvas van madurando hasta convertirse en adultos muy móviles que migran a través del tejido subcutáneo y de la conjuntiva. Los gusanos adultos pueden vivir hasta 17 años, liberando microfilarias al torrente sanguíneo, desde el que pueden ser ingeridas por el vector al alimentarse con la sangre y así completar el ciclo.
Se postula que la mayoría de las manifestaciones clínicas están mediadas inmunológicamente. Así, los angioedemas subcutáneos se deben a la reacción de hipersensibilidad del adulto migrando a través del tejido subcutáneo y a la eliminación de las microfilarias. La afectación sistémica más grave deriva de la respuesta inmune del hospedador frente a los antígenos del parásito, en forma de miocardiopatía en pacientes con eosinofilia intensa, nefropatía por depósito de inmunocomplejos o encefalitis por presencia de microfilarias en el líquido cefalorraquídeo.
 Mansonella spp.
Las larvas infectivas de Mansonella se transmiten al hospedador a través de la picadura de Culicoides. Tras un período de meses a años estas larvas se transformarán en helmintos adultos y liberarán microfilarias que residen en la capa dérmica superior y en capas colágenas de la piel. Mansonella está bien adaptada al hospedador y provoca una mínima reacción inflamatoria en ausencia de tratamiento. Sin embargo, con la terapia filaricida aparecen reacciones inflamatorias alrededor del gusano adulto y microfilarias, lo que sugiere que el parásito está liberando antígenos a los que responde el sistema inflamatorio del hospedador.

Manifestaciones Clínicas
     Básicamente hay tres tipos de filariasis principales: filariasis linfática o elefantiasis, loasis y oncocercosis. Existen otras especies de filarias que también parasitan al ser humano, pero son de dudosa patogenicidad, como Mansonella ozzardi, Dipetalonema perstans, Dipetalonema streptocerca, Brugia timon, entre otras.
Filariasis linfática
     Es un parasito de gusano infeccioso transmitido por un mosquito. Las personas con la enfermedad tienden a generar más infecciones bacterianas en la piel y sistema linfático. Esto causa endurecimiento y espesor de la piel, que en su forma más dramática provoca elefantiasis, acumulación de líquido linfático generalmente en las piernas. No es una enfermedad que mate pero causa debilitamiento según OMS (2014).
     Las larvas del parásito, denominadas microfilarias, se encuentran en la sangre de los individuos infectados y son ingeridas por insectos hematófagos (que se alimentan de sangre). Después de sufrir parte del ciclo vital en el interior de estos insectos, las microfilarias son transmitidas a personas sanas a través de una picadura durante una nueva ingesta de sangre. Las microfilarias se alojan en los vasos linfáticos, sobre todo en brazos, piernas o ingles, donde tras varios meses alcanzan la madurez sexual. Una vez adultas, las filarias hembras (macrofilarias) pueden vivir de 5 a 10 años en los hospedadores y se reproducen generando miríadas de larvas, las cuales pasan de nuevo a la circulación sanguínea.
     La presencia de microfilarias en sangre es diagnóstica para la enfermedad, y en esta fase pueden infectar a nuevos insectos que continuaran con la transmisión. Wuchereria bancrofti es transmitida durante la noche por las hembras de mosquitos Anopheles, Mansonia y Culex, mientras que Brugia malayi es transmitida por mosquitos hembras de actividad nocturna de los géneros Anopheles, Mansonia y Aedes.
     Los mecanismos de producción de enfermedad aún no están del todo claros ya que muchas de las infecciones permanecen asintomáticas a pesar de presentar una alta concentración de microfilarias en sangre.
Cuando aparece el cuadro clínico los síntomas iniciales están relacionados con la respuesta inflamatoria subsiguiente a la parasitación por los gusanos adultos o las microfilarias. La fase aguda cursa con fiebre y escalofríos a intervalos irregulares y durante varios días, con o sin inflamación de vasos linfáticos y ganglios, y reacciones inflamatorias de las extremidades inferiores y genitales.
Según progresa la infección, la presencia de los gusanos adultos en los vasos linfáticos provoca su obstrucción impidiendo el flujo linfático normal, implicando que el tejido infectado se mantenga edematoso (con acumulación de líquido), y que se produzca un engrosamiento e hipertrofia de los tejidos afectados pudiendo generar un aumento en su tamaño y progresar hacia la elefantiasis filariásica. El proceso se puede complicar con infecciones bacterianas oportunistas y recurrentes que contribuyen a empeorar la enfermedad.
Las formas más frecuentes de elefantiasis que se plantean en Saludalia (2005) son:
- Elefantiasis de las piernas. El edema comienza en el dorso del pie, extendiéndose a la rodilla y es raro que alcance la cadera. Presenta una piel muy engrosada, con abundante fibrosis y superficie verrugosa que recuerda la piel de un elefante. Es frecuente la ulceración del tejido dañado con supuración y gangrena.
- Elefantiasis del escroto y pene. Es una de las manifestaciones más frecuentes, con un agrandamiento considerable del escroto e hipertrofia del pene. Debido a su posición pendiente y a la laxitud del tejido subcutáneo.
- Elefantiasis de brazos, mamas o vulva. Zonas más raramente afectadas con cambios en la piel similares a los las piernas.
     La enfermedad se extiende de persona a persona por mordedura de mosquitos. La prevención incluye la distribución de medicamentos apropiados contra el parasito a nivel comunitario que mata los gusanos microscópicos y control de los mosquitos. Evitar la mordedura del mosquito es otra forma de prevención. Los mosquitos que transportan la infección generalmente muerden entre las horas de luz crepuscular y la caída del sol.
      Según la OMS (2014) la filariasis linfática afecta cerca de 120 millones de personas en los trópicos y zonas sub-tropicales de Asia, África, Oeste Pacifico y partes de América Central y Sur.
Epidemiología
     Las Filariasis linfáticas, también denominadas comúnmente “elefantiasis” según AMSE (2012), están producidas por tres especies de filarias:Wuchereria bancrofti, Brugia malayi y en menor medida Brugia timori. El gusano adulto se encuentra en los vasos y ganglios linfáticos de las personas infectadas, donde pueden vivir hasta 6 años. Allí se reproducen y engendran las microfilarias, que llegan a la sangre de 6 a 12 meses tras la infección. Estas microfilarias son ingeridas por el artrópodo vector (mosquitos) y en su interior se transforman en larvas infecciosas al cabo de 1-2 semanas y ya pueden transmitirse a otras personas por la picadura del mosquito.
La Filariasis de Bancroft está producida por W. bancrofti. Los gusanos adultos producen microfilarias que llegan a la sangre con dos perioricidades distintas. En la primera, de periodicidad nocturna, las microfilarias circulan por sangre periférica por la noche, con una concentración máxima entre las 22.00 y las 02.00 horas. En la segunda forma, desubperiodicidad diurna, las microfilarias circulan continuamente por sangre periférica, pero alcanzan su máxima concentración durante el día.
Producen distintas manifestaciones clínicas que incluyen personas asintomáticas expuestas y parasitológicamente negativas, personas con microfilaremia asintomática, personas con fiebre recurrente, linfadenitis y linfangitis retrógrada por filarias, con o sin microfilaremia detectable, personas con síntomas y signos crónicos (hidrocele, quiluria, elefantiasis de miembros, mamas o genitales) cuya microfilaremia es normalmente muy pequeña o indetectable, y personas que presentan el denominado “síndrome de eosinofilia pulmonar tropical”, caracterizado por asma paroxística nocturna, neumopatía intersticial, fiebre recurrente y eosinofilia, que presentan microfilarias en degeneración detectables en tejidos pero no en la corriente sanguínea.
La Filariasis por Brugia es causada por los nematodos B.malayi o B.timori. Es menos frecuente que la filariasis linfática por W.bancrofti. Cabe destacar que B. timori sólo se encuentra en islas del archipiélago de Indonesia.
La forma periódica nocturna de la filariasis por B.malayi se observa sólo en humanos, pero la subperiódica afecta a humanos y a animales carnívoros salvajes y domésticos.
Las manifestaciones clínicas son semejantes a las de las filariasis de Bancroft, pero los ataques recurrentes de fiebre, adenitis y linfangitis retrógrada son en general más graves, mientras que la quiluria y la elefantiasis suele limitarse a la porción distal de las extremidades inferiores.
El diagnóstico definitivo se realiza por detección de los parásitos, habitualmente más fácil en el caso de las microfilarias que de los parásitos adultos. Pero bastantes infecciones no presentan microfilaremia en sangre (filariasis oculta), lo que obliga al diagnóstico indirecto, por la clínica, eosinofilia y detección de IgE elevada, y la demostración de anticuerpos antifilaria, que deben valorarse cuidadosamente pues presentan reacciones cruzadas con otros nematodos y pueden existir falsos positivos. También puede recurrirse a técnicas confirmatorias más complejas, como detección de ADN por técnicas de PCR, detección de antígenos circulantes y utilización de técnicas de Eco-Doppler, linfografías, etc.
El reservorio es fundamentalmente el ser humano con microfilarias en sangre. Pero por la especie subperiódica de B.malayiexisten diversos posibles reservorios animales, como gatos, civetas o primates.
La transmisión se produce por la picadura de mosquitos con larvas infectantes. W.bancrofti es transmitida por muchas especies, entre las que destacan Culex quinquefascialus, Anópheles gambiae, Anópheles funestus y otros. B.malayi es transmitida por diversas especies de Anópheles, Aedes y Mansonia, y B.timori por Anópheles barbirostris. El riesgo para el viajero es muy bajo, con un aumento del mismo en viajero de largo plazo (misioneros, científicos de campo, voluntarios…) ya que la enfermedad por lo general requiere la exposición repetida al vector infectado particular, durante meses o años.
El periodo de incubación en el ser humano es de 3 a 6 meses en el caso de B.malayi y de 6 a 12 meses en infecciones por W.bancrofti, desde la infección hasta que aparecen microfilarias en sangre, pero las manifestaciones inflamatorias alérgicas pueden aparecer en el plazo de un mes después de la infección.
El periodo de transmisibilidad permanece mientras persiste la microfilaremia en sangre del paciente, lo que puede durar hasta 5-10 años tras la infección inicial. El mosquito adquiere infectividad aproximadamente 12 a 14 días después de haber succionado sangre infectada.
La susceptibilidad a la infección es universal, pero existen diferencias geográficas notables en cuanto al tipo y gravedad de la enfermedad. En las zonas endémicas se dan frecuentemente infecciones repetidas.

Situación Mundial
     Según AMSE (2012) estima que más de 120 millones de personas en el mundo (73 países endémicos) están infectadas por alguna especie de estas 3 filarias. De ellos, más de 40 millones presentan incapacidades severas y alteraciones morfológicas.
     Más del 90% de las infecciones están producidas por W.bancrofti, que es endémica en las regiones cálidas y húmedas del mundo. Se extiende por África subsahariana, el Sudeste asiático, India, Indonesia, varias islas del Pacífico y áreas focales de América Latina (son endémicos aún a día de hoy: Brasil, Guyana, Haití y República Dominicana). También existen focos activos en Egipto y Yemen. La forma subperiódica es endémica en el Pacífico meridional y en pequeños focos de Asia Sudoriental.
B.malayi afecta principalmente a China, India, Malasia, Filipinas, Indonesia y varias islas del Pacífico. La forma nocturna se transmite en zonas costeras con arrozales y la forma subperiódica se encuentra en los bosques.
B.timori afecta a zonas rurales de la isla de Timor en Indonesia y otras islas de Indonesia.
Datos y cifras según OMS (2014)
-  En el mundo hay más de 1400 millones de personas de 73 países en riesgo de sufrir filariasis linfática, generalmente conocida como elefantiasis.
-  En la actualidad hay más de 120 millones de personas infectadas, y unos 40 millones están desfiguradas e incapacitadas por la enfermedad.
-  La filariasis linfática puede alterar el sistema linfático y producir una hipertrofia anormal de algunas partes del cuerpo, dolor y discapacidad grave y estigma social.
-  Para interrumpir la transmisión, la OMS recomienda administrar a todas las personas de las zonas endémicas que cumplan los criterios establecidos, un tratamiento anual a gran escala con dosis únicas de dos medicamentos.

Causa y Transmisión
La filariasis linfática es causada por la infección por nematodos de la familia Filarioidea. Hay tres tipos de estos gusanos filiformes:
Wuchereria bancrofti, que es responsable del 90% de los casos;
Brugia malayi, que causa la mayoría de los casos restantes;
B. timori, que también causa la enfermedad.
Los gusanos adultos se alojan en el sistema linfático y alteran el sistema inmunitario. Los gusanos pueden vivir una media de 6 a 8 años, y a lo largo de su vida producen millones de pequeñas larvas (microfilarias) que circulan en la sangre.
Los mosquitos se infectan con microfilarias al ingerir sangre cuando pican a un portador infectado. Las microfilarias maduran en el mosquito y se convierten en larvas infecciosas. Cuando los mosquitos infectados pican a las personas, las larvas maduras del parásito se depositan en la piel, desde donde pueden penetrar en el organismo. Las larvas pasan luego a los vasos linfáticos, donde se desarrollan y se vuelven gusanos adultos, que continúan entonces el ciclo de transmisión.
La filariasis linfática es transmitida por diferentes tipos de mosquitos, entre ellos: Culex, que está muy extendido en las zonas urbanas y semiurbanas; Anopheles, que está presente principalmente en las zonas rurales, y Aedes que predomina en las islas endémicas del Pacífico.

Síntomas
La filariasis linfática adopta formas asintomáticas, agudas y crónicas. La mayoría de las infecciones son asintomáticas y no presentan signos externos. A pesar de ello dañan el sistema linfático, los riñones y el sistema inmunitario.
El linfedema crónico, o elefantiasis, se acompaña a menudo de episodios agudos de inflamación local de la piel y de los ganglios y los vasos linfáticos. Algunos de esos episodios son causados por la respuesta inmunitaria del organismo contra el parásito. Sin embargo, la mayoría se debe a infecciones bacterianas cutáneas porque las defensas normales se han deteriorado debido al daño linfático.
Cuando la filariasis linfática se vuelve crónica produce linfedema (tumefacción de los tejidos) o elefantiasis (engrosamiento de la piel) de los miembros e hidrocele (acumulación de líquidos). Es frecuente la afectación de las mamas y de los órganos genitales.
Estas deformidades son causa de estigmatización social y de dificultades económicas debidas a la pérdida de ingresos y al aumento de los gastos médicos. La carga socioeconómica del aislamiento y la pobreza es enorme.

Respuesta de la OMS (2014)
La resolución WHA50.29 de la Asamblea de la Salud insta a los Estados Miembros a que eliminen la filariasis linfática como problema de salud pública.
En respuesta, la OMS puso en marcha en 2000 su Programa Mundial para Eliminar la Filariasis Linfática (PMEFL), con el objetivo de eliminar la enfermedad como problema de salud pública. En 2012, la hoja de ruta de la OMS relativa a las enfermedades tropicales desatendidas reafirmó el plazo de 2020 para el logro de la eliminación.
La estrategia de la OMS se basa en dos componentes clave:
- La interrupción de la transmisión mediante el tratamiento anual a gran escala de todas las personas de las zonas endémicas que cumplan los criterios para recibirlo;
-  El alivio del sufrimiento ocasionado por la filariasis linfática mediante actividades de gestión reforzada de la morbilidad y prevención de la discapacidad.
Tratamiento a gran escala (administración colectiva de medicamentos)
La filariasis linfática se puede prevenir mediante medidas destinadas a interrumpir la propagación de la infección. El tratamiento a gran escala consiste en administrar una dosis anual única de dos medicamentos a toda la población en riesgo, de la manera siguiente: albendazol (400 mg) junto con ivermectina (150-200 mcg/kg) o con citrato de dietilcarbamazina (DEC) (6 mg/kg).
Esta quimioterapia de prevención tiene un efecto limitado en los parásitos adultos, pero elimina eficazmente las microfilarias del torrente sanguíneo y previene la propagación de parásitos a los mosquitos. El tratamiento a gran escala dispensado anualmente durante 4 a 6 años a todos los habitantes de las zonas de prevalencia puede interrumpir el ciclo de transmisión.
Para 2012, 56 países habían comenzado a suministrar tratamiento a gran escala mediante la administración colectiva de medicamentos. De esos 56 países, 13 pasaron a la fase de vigilancia posterior a la administración colectiva de medicamentos.
Entre 2000 y 2012 se habían administrado más de 4400 millones de tratamientos a una población de 984 millones de personas de 56 países, lo cual ha reducido considerablemente la transmisión en muchos lugares.
Los datos de investigaciones recientes muestran que la transmisión de la filariasis linfática en las poblaciones en riesgo ha disminuido en un 43% desde el inicio del Programa mundial para eliminar la filariasis linfática. El beneficio económico mundial del Programa entre 2000 y 2007 se ha calculado en US$ 24 000 millones, como mínimo.

Gestión de la Morbilidad Según la OMS.
La gestión de la morbilidad y la prevención de la discapacidad son fundamentales para mejorar la salud pública y deberían integrarse plenamente en los sistemas de salud. El hidrocele (acumulación de líquido) puede curarse con métodos quirúrgicos. La gravedad clínica del linfedema y de los episodios de inflamación aguda puede mejorarse con medidas simples de higiene, cuidados de la piel, ejercicio y elevación de los miembros afectados.
El Programa mundial para eliminar la filariasis linfática tiene por objetivo ofrecer a toda persona con dermatolinfangioadenitis aguda/ataques agudos, linfedema/elefantiasis o hidrocele de cualquier zona donde la filariasis linfática sea endémica una serie de medidas asistenciales mínimas que permitan aliviar su sufrimiento y mejorar su calidad de vida.
Lucha Antivectorial
      La lucha contra el mosquito es una estrategia complementaria apoyada por la OMS. Se utiliza para limitar la propagación de la filariasis linfática y otras infecciones transmitidas por mosquitos. La utilización de mosquiteros tratados con insecticidas o la fumigación de las viviendas con insecticidas de acción residual pueden ayudar a proteger a las personas contra la infección por la OMS (2014).


Loasis
      Es la infección parasitaria provocada por el nematodo Loa loa, conocido como "gusano africano del ojo". El ciclo vital de Loa loa es similar al de las filarias de la elefantiasis, excepto que el insecto que trasmite la enfermedad es el tábano de género Chrysops, también llamado mosca del ciervo o del mango. Las microfilarias circulan por la sangre periférica con periodicidad diurna, y son ingeridas por el tábano. En él se desarrolla y transforma alcanzando la forma infectiva 10 o 12 días después, y siendo transmitida al hombre por la dolorosa picadura.
     La larva infectiva queda en la superficie de la piel, penetrando a través de la herida de la picadura quedando instalada en los tejidos subcutáneos. Aproximadamente de 6 a 12 meses después del contagio comienza la producción de microfilarias que puede persistir más de 17 años. Los síntomas no suelen aparecer hasta aproximadamente un año después de la picadura, tiempo que los parásitos tardan en alcanzar la fase adulta. Los Loa loa machos miden de 2 a 3.5 cm. mientras que las hembras alcanzan los 7 cm, teniendo 0.5 mm de diámetro.
      El gusano se mueve libremente por el tejido subcutáneo, produciendo hinchazones transitorias en las extremidades de menos de 30 mm de diámetro que permanecen de 2 a 3 días, llamadas tumefacciones de Calabar. Estas tumefacciones se presentan como zonas de nódulos pruriginosas que cursan con dolor y son el resultado de la reacción alérgica del enfermo frente al parásito y sus productos metabólicos. La migración del gusano bajo la conjutiva del ojo produce la aparición de irritación, congestión dolorosa, edemas de los párpados y trastornos de la visión. Además de la posible ansiedad del paciente al observar la presencia del gusano en el ojo, información referenciada de Saludalia (2005).

Epidemiología
     La Loasis es una enfermedad crónica causada por otra especie de filaria, la Loa loa, que migra por los tejidos subcutáneos o más profundos del cuerpo causando el denominado “edema de Calabar”, que son inflamaciones transitorias de varios cms de diámetro en cualquier parte del cuerpo, pero que afecta típicamente a la parte distal de las extremidades y al tejido periorbitario. La hinchazón es dolorosa, pero se resuelve en 1-2 días. Un fenómeno espectacular es ver la migración del gusano adulto, de varios cms, a través de la esclerótica ocular.
     En quienes no residen en zonas endémicas aparecen fiebre, urticaria y eosinofília intensa asociadas, que suelen ser mucho menos exageradas en la población autóctona. Las microfilarias se encuentran en sangre periférica con periodicidad diurna y el diagnóstico se hace por demostración de las mismas en frotis de sangre periférica o por demostración del adulto en biopsia de piel.
     El reservorio es exclusivamente humano, y la transmisión se produce por picadura de un vector transmisor, las moscas del género Chrypsos, fundamentalmente las especies C. silaceus y C. dimidiatus. La infección en viajeros es rara, siendo los viajeros de mayor riesgo los que permanecen en zonas de transmisión durante largos períodos de tiempo aunque han sido documentados algunos casos en personas que estuvieron en zonas de riesgo menos de un mes.
El periodo de incubación puede ser de pocos meses desde la picadura de la mosca hasta la aparición de los síntomas (las microfilarias son detectables en sangre tras unos 6 meses) pero la clínica normalmente aparece tras varios años.
El periodo de transmisibilidad, entendido como el periodo en el que una persona infectada es infectante para las moscas, es de10 a 15 años, mientras perdure el gusano adulto y genere microfilarias. En la mosca la larva se hace infectante en unos 10-12 días y permanecerá infectante toda su vida.
La susceptibilidad es universal, pudiendo producirse reinfecciones que agravan el cuadro.
Situación Mundial
La enfermedad es endémica en África Central y del Este (de Benin a Sudan y Uganda en dirección este-oeste y desde 10 º de latitud hasta Angola en dirección norte-sur). Se estima una población infectada entre 3 y 13 millones de personas.
Especialmente afectadas están Nigeria y Camerún, sobre todo sus zonas boscosas. En la cuenca del río Congo (República Centroafricana, República del Congo y República Democrática del Congo) hasta el 90 % de la población en algunas aldeas está infectada.


Oncocercosis
     La oncocercosis también conocida como filariosis cutánea o ceguera de los ríos es consecuencia de la trasmisión de las larvas Onchocerca volvulus. Las microfilarias habitan en la piel del hombre y migran hacía el tejido subcutáneo donde maduran. Los parásitos tardan entre unos meses a un año en llegar a la fase adulta, en la que se enrollan sobre si mismos formando nódulos subcutáneos fibrosos.
     En este estadío pueden permanecer hasta 15 años. Una vez que la hembra alcanza la madurez sexual puede producir 2000 microfilarias diarias, que salen de la cápsula y migran hacía la piel, el ojo u otros tejidos. Estas microfilarias presentes en la piel son las que infectan a la mosca negra del género Simulium que actúa como vector trasmisor de la enfermedad. La mosca negra o de los búfalos cría en riachuelos de curso tranquilo, infectando a los hombres de las zonas endémicas que trabajan cerca de ellos.

La Enfermedad Se Manifiesta Clínicamente De Distintos Modos.
El período de incubación puede durar un año. La enfermedad debuta con fiebre, eosinofilia y urticaria en repuesta a la reacción inflamatoria provocada por el parásito. Las manifestaciones clínicas se hacen patentes en el sistema linfático, los ojos, la piel y el tejido subcutáneo.
     Cuando las microfilarias maduran producen la aparición por todo el cuerpo de nódulos subcutáneos de consistencia dura como respuesta inflamatoria y fibrosante a la formación de las cápsulas de los parásitos adultos. Dentro de la piel el proceso inflamatorio asociado a la oncocercosis conduce a la pérdida de elasticidad, despigmentación, engrosamiento y atrofia de las zonas afectadas.
     Los nódulos son más peligrosos si se instalan en la zona del cuello y la cabeza ya que al migrar las microfilarias desde la cápsula al exterior pueden instalarse en los ojos causando ceguera, que evoluciona desde conjuntivitis, queratitis, opacidad de la cornea y lesiones de la cámara anterior del ojo. Parece que el daño ocular es resultado de la invasión directa de la microfilaria y la reacción del sistema inmunitario frente al parásito. Además los síntomas cutáneos pueden variar, apareciendo prúrito, hiperqueratosis, y una especie de elefantiasis conocida como “ingle colgante” cuando los nódulos que albergan el parásito se localizan cerca de los genitales.
Diagnóstico
     El diagnóstico de cualquiera de las filariasis pasa por la observación clínica de alguno de los síntomas asociados a la enfermedad. Sin embargo el diagnóstico definitivo se establece mediante pruebas de laboratorio, en concreto la observación de microfilarias en sangre para la filariasis linfática y la loasis, y su aparición en tomas de piel afectada en el caso de la oncocercosis.
     En la filariasis linfática, la detección de microfilarias se realiza utilizando el método de tinción Giemsa en muestras de sangre periférica obtenidas por la noche. Las pruebas serológicas pueden ser útiles en selección diagnóstica, pero hay que tener en cuenta que hay reacciones positivas y negativas falsas. Pruebas de anticuerpos monoclonales, sondas de DNA, técnicas de PCR, técnicas complementarias de fijación del complemento o linfografías pueden ser utilizadas en el caso de encontrar dificultades en la detección de las microfilarias cuando la elefantiasis esta instaurada. En la loasis, la toma sanguínea para detectar las microfilarias se hará diurna y las pruebas serológicas pueden ser útiles para confirmar el diagnóstico aunque su disponibilidad es escasa. En la oncocercosis, se harán preparaciones de piel tomadas de la región glútea, elevando la piel con una aguja para detectar las microfilarias y en los pacientes con afectación ocular se podrá detectar los parásitos con examen de la cámara anterior del ojo.

EPIDEMOLOGÍA Según AMSE (2012).
La Oncocercosis o “ceguera de los ríos” está causada por la especie de filaria Onchocerca volvulus. Es una de las causas de ceguera más importante en el mundo y además produce una dermatitis severa.
Las filarias adultas forman nódulos fibrosos en los tejidos subcutáneos, fundamentalmente en la cabeza y los hombros, o en la cintura pelviana y las extremidades inferiores. La filaria hembra expulsa microfilarias que emigran a través de la piel. Estas microfilarias al morir causan una erupción muy pruriginosa, que evoluciona a una dermatitis crónica con alteración de la pigmentación (“piel de leopardo”), edema y atrofia de piel.

A menudo las microfilarias llegan a los ojos, donde su invasión y muerte posterior produce alteraciones visuales y ceguera.
El diagnóstico de laboratorio se hace por demostración del gusano adulto en losnódulos extirpados o por demostración de las microfilarias en biopsias de piel.
El reservorio es el ser humano, aunque ocasionalmente se ha observado en gorilas.
La transmisión se da por picaduras de moscas negras hembra del género Simulium, cuyo hábitat preferido son los arroyos y ríos, especialmente los rápidos, donde deposita sus huevos. Son hematófagas y al succionar la sangre de un huésped infectado ingieren las microfilarias de la piel. En el interior de la mosca la larva se vuelve infectante en un plazo de 6 a 8 días y será inoculada en otra picadura de la mosca para alimentarse. Es rara la infección en viajeros y se precisan normalmente meses de estancia en áreas endémicas para que se produzcan picaduras infectantes (ya que las moscas negras no son vectores especialmente eficaces en la transmisión).
Un informe reciente de la Red de Vigilancia GeoSentinel destaca que, entre 1995 y 2004, la mayoría (95%) de los viajeros que adquirieron oncocercosis lo hizo en el África subsahariana y sólo 3 infecciones fueron adquiridas en otros lugares. Como era de esperar, la mayoría de los casos (62%) se observaron en inmigrantes y/o refugiados.
El periodo de transmisibilidad, entendido como el periodo en el que una persona infectada es infectante para las moscas, es de10 a 15 años, mientras existan microfilarias vivas en piel. La susceptibilidad es probablemente universal, pudiendo producirse reinfecciones que agravan el cuadro.

SITUACIÓN MUNDIAL Según OMS (citada en AMSE 2012).
La oncocercosis es endémica en 34 países: la mayoría de los países son los situados en una banda ancha de la parte central de África, pero también está presente en pequeños focos endémicos en la Península Arábiga (Yemen) y en 13 focos aislados en América Latina (en Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, el sur de México y Venezuela).
Se estima que aproximadamente hay 90 millones de personas en riesgo -de ellas, solo unas 470.000 viven en América y 17millones de personas infectadas en todo el mundo. La mayoría de los casos (90%) sintomáticos ocurren en África Subsahariana, sobre todo en Nigeria y R.Dem. del Congo. De los afectados, se estima que unos 270.000 presentan ceguera y otros 500.000 presentan alguna lesión visual.
Cabe destacar el “Programa de lucha contra la oncocercosis en África Occidental” creado por la OMS, el PNUD, la FAO y el Banco Mundial en 1974. Este programa abarcaba 11 países donde la oncocercosis era endémica (Benin, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana, Níger, Mali, Togo, y después Guinea, Guinea-Bissau, Senegal y Sierra Leona). El control consistió durante años en combatir los simúlidos con insecticidas rociados desde helicópteros en los criaderos ubicados en los ríos, pero desde 1987 se ha distribuido además Ivermectina a gran escala, a dosis repetidas. El programa se cerró en 2002, habiendo conseguido la interrupción de la transmisión en todos los países participantes salvo en S.Leona, que interrumpió las operaciones debido a la guerra civil.
En 1995 se creó un nuevo programa para incluir países que no participaban previamente. Actúa sobre 19 países, basándose fundamentalmente en la administración de Ivermectina. En 2002 se habían tratado bajo la cobertura de este programa más de 27 millones de personas en 16 países, habiéndose prevenido aproximadamente 43.000 casos de ceguera anuales. Se pretende una cobertura terapéutica del 65% en los países del programa (aún no conseguida en muchos de ellos), meta de cobertura para lograr la eliminación de la enfermedad.
El “Programa de eliminación de la oncocercosis en el continente americano” (establecido en 1992) intenta eliminar la enfermedad de los 6 países aún afectados y se plantea el objetivo de la eliminación definitiva en esta región para el año 2015. Se basa también en la administración de Ivermectina en masa cada 6 meses. En 2002 se alcanzaba una cobertura del 85%, salvo en Venezuela, donde sólo llegó a alcanzar el 65%. A finales de 2007, los seis países endémicos habían ya establecido programas nacionales eficaces en los 13 focos de enfermedad conocidos con una cobertura de tratamiento de al menos el 85% de la población dos veces al año. Desde entonces no hay nuevos casos de ceguera atribuible a la oncocercosis en esta región de América y las lesiones oculares atribuibles a la oncocercosis han sido eliminadas en 9 focos.
Países con Oncocercosis en América (Fuente: OMS)

Tratamiento Planteado en Saludalia (2005).
     El tratamiento farmacológico de las filariasis se realiza con ivermectina, dietilcarbamacina y albendazol. Pero todos ellos presentan serios inconvenientes, ya que el tratamiento farmacológico debe mantenerse durante mucho tiempo debido a la larga duración de los gusanos adultos, la alta frecuencia de reinfestaciones y la falta de vacunas. Si se quiere interrumpir la transmisión, se hace necesaria la aparición de fármacos eficaces que eliminen la producción de formas embrionarias de forma total y definitiva.
     En el caso de la filariasis linfática crónica el tratamiento proporciona poco beneficio. Ninguno de los fármacos consigue eliminar los gusanos adultos y si el nivel de microfilarias en sangre es elevado, pueden producirse reacciones inmunológicas severas, por lo que el tratamiento se asocia a antihistamínicos, antipiréticos e incluso corticoides.
     La principal estrategia recomendada para la interrupción de la transmisión es el tratamiento anual en masa de las áreas endémicas con una única dosis de albendazol, en combinación con ivermectina o dietilcarbamacina. No obstante, en casos severos, la dietilcarbamacina debe administrarse con extrema precaución, debido a sus efectos secundarios. Estos tratamientos deben complementarse con terapia antimicrobiana para tratar las infecciones secundarias.
El tratamiento indicado para la loasis es la dietilcarbamacina, que presenta eficacia frente a los gusanos adultos y frente a las microfilarias. Sin embargo, también se pueden producir reacciones alérgicas por la muerte del parásito por lo que se recomienda el uso de corticoides. Para los parásitos que migran a través del ojo se puede utilizar la cirugía para su estirpación.
     En el caso de la oncocercosis, el tratamiento seleccionado es ivermectina y el control vectorial que está demostrando su utilidad en la interrupción de la transmisión de la enfermedad. Además, la administración semianual en masa de ivermectina parece que están interrumpiendo la transmisión.
     La profilaxis o prevención de estas parasitosis se basa en evitar la picadura del insecto vector empleando repelentes e insecticidas, cubriéndose el cuerpo con ropa, protegiendo las casas con mallas metálicas y destruyendo, si es posible, las zonas de reproducción del insecto. El peligro de que los viajeros sean infectados por cualquiera de las filarias es real pero de importancia relativa, pues suelen ser parasitosis ligeras.
     Así pues, los avances en los métodos de tratamiento y de control de la transmisión junto con la mejora en las técnicas de diagnóstico de la infección apuntan a una posible erradicación en el tiempo de estas parasitosis. Logrando establecer la Organización Mundial de la Salud dos objetivos claves para su eliminación: detener la propagación de la infección por filariasis en todos los países endémicos, y aliviar y prevenir el sufrimiento y discapacidad de los individuos afectados.

Referencias
AMSE (2012). Filariasis. Epidemiología y situación mundial [Documento en línea], Disponible: http://www.amse.es/index.php?option=com_content&view=article&id=127:filariasis-epidemiologia-y-situacion-mundial&catid=42:inf-epidemiologica&Itemid=50 [Consulta: 2015, Febrero 22].

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